De la experiencia escolar, y fundamentalmente en el sistema tradicional, tenemos una gama de fenómenos que son de gran relevancia si consideramos que las realidades y retos sociales que están emergiendo, requieren de una mejor atención en cuanto al sano desarrollo psicosocial y pedagógico de la juventud actual. La experiencia escolar es peligrosa por varios motivos, tanto de interacción social como desde el diseño del sistema escolaridad y en esta ocasión, nos enfocaremos a este último, ya que de aqui, las conclusiones que saquemos nos dan pie a un mejor marco de decisiones, cuando de apoyar a los jóvenes se trata. En esta experiencia, es fundamental entender la relación alumno-maestro que definirá las pautas inconscientes de lo que serán momentos definitorios en el contexto de la educación. La figura de autoridad, representada por los maestros tienen un impacto muy peculiar en los alumnos ya que éste, como agente ejecutor del sistema, influirá y limitará las capacidades innatas de los jóvenes propias de la creatividad, la intuición y el deseo por la exploración y hasta transgresión de ciertos límites. El maestro, desde su autoridad irá, sin percatarse de esto, robando al joven de estas facultades ya que el poder personal del joven, expresado en los mencionados atributos, se transfiere al profesor al ser éste quien desde su autoridad, posee el conocimiento o respuestas, el maestro decide como, cuando y para que creando así una disminución de las fortalezas del alumno, que serán el sustrato ideal para eventualmente tener a ciudadanos disminuidos en su capacidad de participación ciudadana, por mencionar un ejemplo.
Esta relación se complica aún más cuando desde la perspectiva del maestro, este proyecta sobre el alumno sus juicios o percepciones. Hay interesantes estudios que revelan como el rendimiento académico en un joven, dependen de si el profesor lo juzga como mal alumno o buen alumno. Esta valoración hará que el maestro sea más paciente y dedicado con quien el cree que tiene más potencial, siendo lo contrario con el que fue juzgado como mal estudiante. Si a esto sumamos otro tipo de proyecciones emocionales por ejemplo, es entonces que tenemos una receta para el desastre.
Si pudiéramos recuperar la esencia etimológica de este concepto, tenemos que la raíz latina educere, significa “extraer lo mejor de”, que es un contrasentido cuando el sistema de escolaridad se define como un modelo que satura de información al alumno pero que no le da bases profundas y metodológicas para lograr esa emersión de talentos y vocaciones, además de habilidades para el aprendizaje. ¿Recuerdas acaso, desde tu experiencia si te enseñaron a aprender? De esta dinámica tan anacrónica tenemos que un joven vivirá tres tipos de experiencias o sus combinaciones: estructuras de aprendizaje deficiente, estructuras de aprendizaje insuficientes o fuera de actualidad. Estas tres, requerirán de ser optimizadas a partir de la resolución de momentos definitorios que dieron pie a ello.
Si pudiésemos enriquecer el entorno educativo con otros recursos, esto demandaría atender al sistema por igual. Importante es la atención a las capacidades de los padres para acompañar el proceso educativo de sus hijos debidamente. Evitar que los conflictos o circunstancias familiares imparten negativamente al alumno a la vez que se establecen valores y estrategias que fortalezcan lo que aprenderá en la escuela, es fundamental. la formación de hábitos en casa como lo son la disciplina, la capacidad de postergar recompensas ante el esfuerzo y cultivar conductas como la lectura o deportes son por ejemplo, grandes contribuyentes al desempeño escolar. Para los maestros, será fundamental fortalecerlos en su calidad de vida emocional, sus capacidades de comunicación y habilidades para generar estrategias propias de distinciones surgidas de la muy particular relación con cada alumno. Frecuente son los casos donde profesores carecen de habilidades para identificar a jóvenes neurodiversos y atenderlos con la debida particularidad del caso. Así, tenemos que un amplio espectro de la población estudiantil, que padecen dislexias, asperger y autismo muy funcionales, tourette u otros sufrirán de una experiencia altamente tóxica al no ser reconocidos en su peculiar forma de ser. Cuando al alumno se le provee de un sano entorno pisco-social para su aprendizaje, realmente lo que queda por hacer es darles apoyo para atender los vacíos o deficiencias temáticas propias de sus asignaturas. La interacción sana entre ellos se provee de manera más fácil cuando los niños no cargan la intensa proyección de sus entornos familiares o de sus maestros y esto permitirá ofrecerles también condiciones más adecuadas para que vayan logrando el aprendizaje y madurez en su forma de interactuar con sus compañeros y retos en la vida. El sistema tradicional, tenemos que reconocerlo como un reflejo de la era en que se creó. Este es el resultado de la revolución industrial del siglo XIX en donde se requería preparar a mano de obra sin mayor necesidad de distinciones y es así que la educación, como si fuese un proceso industrializado, forma a jóvenes en lotes de producción o grados, estos, no fomentan la interacción con jóvenes de otras edades o perfiles, lo que acelera su maduración emocional. Como antídoto de esto, sistemas como el Montessori y Waldorf buscan reducir el impacto de este fenómeno y con grandes resultados. Que mejor sería la posibilidad de la educación en casa, que sucede con extraordinarios resultados en otros países como el Reino Unido. El reto de la educación es aún mayor, el entorno para el aprendizaje es crítico, como lo hemos descrito aquí. esto es sólo un aspecto de varios que requieren ser innovados y adoptados por la sociedad en su conjunto. Ser padre y/o maestro son dos de las más importantes funciones sociales para lograr personas de éxito y también sociedades más capaces de resolver sus problemas o necesidades.
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